La hermenéutica de John Ford
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Entre 1966 y 1982, Paulino Viota fue uno de los más celebrados y lúcidos representantes del cine experimental español. Sin embargo, a nadie que conozca la actividad posterior de este cineasta cántabro, puede chocarle que su nuevo texto, Simetrías Los 5 actos en las películas de John Ford -publicado ahora por Serie Gong-, gire en torno al más clásico de los realizadores del Hollywood clásico. Igual que en la coda de La legión invencible (1949), el último de los títulos de Ford estudiados en estas páginas, se nos dice que el ejército no había acabado con el capitán Nathan Brittles (John Wayne) cumplida su última misión, la actividad cinematográfica de Viota tampoco se dio por terminada cuando dejó de rodar.
Muy por el contrario, mientras su filmografía, cuarenta años después de concluida, se sigue revisando en las filmotecas y algunos de sus títulos se atesoran en centros de arte del prestigio del Reina Sofia, desde que guardó su tomavistas, Viota se viene dedicando a la docencia del cine, en escuelas públicas y privadas con una agudeza y una pasión proverbiales. Al cineasta le sucedió el cinéfilo y, aunque ambos son igual de lúcidos, no parece haber correspondencia alguna entre el afán de clasicismo mostrado por el Viota cinéfilo y docente y el experimentalismo del Viota cineasta. Siendo Ford, Eisenstein o Chaplin los autores objeto de sus enseñanzas y observaciones, de entre su nómina de favoritos, sólo el gran Godard, sin duda el mayor experimentalista de toda la historia del cine, podría sugerirnos los afanes del Viota realizador.
Como el clásico entre los grandes clásicos que es, John Ford ha inspirado una bibliografía copiosa, en la que incluso abundan los textos canónicos -John Ford (1967) de Peter Bogdanovich, About John Ford (1983) de Lindsay Anderson, John Ford, el hombre y su cine (1986) de Tab Gallagher...-, Viota se desmarca de todo lo escrito hasta ahora. Su propuesta no es biográfica -debe de quedar muy poco que no sepamos de la vida de Ford- ni enciclopédica -menudean los estudios en profundidad de la totalidad de su filmografía-. Consciente de esa abundancia, Viota nos propone en estas páginas un trayecto sobre la mecánica, la "arquitectura" lo llama él, del cine de John Ford a través del estudio pormenorizado de algunas secuencias, especialmente significativas, de catorce de sus cintas entre las que, salvo alguna excepción -No eran imprescindibles (1945)- son de habitual y regular reposición, aún ahora, en emisiones televisivas. Como complemento a esas sesiones de John Ford, al alcance de cualquier interesado, se anuncia este sugerente estudio.
Es más, el origen mismo del presente texto, hay que buscarlo en uno de esos pases televisivos. Nacido a raíz de un visionado, fortuito y por encima, de una emisión de El gran combate (1964) en una cadena privada hace por estas fechas un año, el autor, en esas secuencias, vueltas a ver al azar, reparó en cierta hermenéutica en las cintas del maestro estadounidense que hace de estas concomitancias, las simetrías, toda una "guía afectiva del espectador atento". Mecánica que, a la par, es una forma con la que Ford va organizando la narración del filme. No estamos, pues, ante la edición de uno de esos trabajos -igualmente dignos y luminosos, por supuesto- que previamente han servido de guía en uno de esos seminarios cinéfilos en los que el Viota docente se ha prodigado, prolongándolos a menudo en interesantes textos.
A mitad de camino entre el ensayo y la divulgación, Simetrías Los 5 actos en las películas de John Ford es una aguda observación de la hermenéutica de un clásico y ésta no es poca si consideramos con Viota que, uno de los pilares del magisterio del poeta del western, consiste en magnificar mediante la simplificación. No hay duda de que esto, que en principio puede parecer una contradicción, como esa victoria en la derrota que encuentran tantos de sus personajes, constituye uno de los fundamentos del discurso del cineasta estadounidense.
En cierta ocasión, que Steven Spielberg fue a visitarle a su casa, Ford tan parco en palabras sobre sí mismo como en explicaciones sobre su trabajo -nunca se tuvo por ese autor por excelencia de la canción de gesta estadounidense, que le considera la historia del cine- hizo ver al futuro rey Midas del Hollywood del adocenamiento cómo cambiaba la percepción de la escena, de uno de los cuadros que colgaban en la pared de la estancia, según la perspectiva del espectador respecto a la altura de la línea del horizonte. Si además consideramos que una de sus grandes virtudes fue narrar en planos generales lo que el resto de los realizadores nos hubieran contado en planos cortos, podemos concluir que las imágenes de Ford eran mucho más complejas de lo que aparentaban con su simplicidad.
La multiplicidad de la hermenéutica del maestro da pie a un conjunto de teorías tan numeroso como su filmografía. Viota escribe sobre las coincidencias concernientes a gestos de los actores, situaciones en las que Ford nos los presenta, encuadres en que los enmarca y escenas; es decir, lo mostrado por el plano, no a la secuencia en que el plano está insertado. Partiendo de ello, traza un brillante recorrido por el discurso del cineasta estadounidense. Más aún, partiendo de las referencias a su mitología que pueden leerse en la lápida de la tumba que guarda sus restos junto a los de su mujer, y las analogías que registran con las conversaciones que mantiene con su difunta esposa, ya en el hoyo, el capitán Brittles de La legión invencible, Viota nos seduce hasta el entusiasmo con su estudio del discurso de John Ford.
Publicado el 12 de julio de 2022 a las 18:00.